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De la educación secundaria a la superior: Dificultades y
oportunidades
From Secondary to Higher Education: factors and good
practices
Rossely Secundina Alcántara Piña1
Universidad Autónoma de Santo Domingo
Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña (ISFODOSU)
Antonio Pantoja2
Universidad de Jaén
Recibido: 4 de enero de 2024 | Revisado: 8 de febrero de 2024 | Aprobado: 11 de junio de 2024
Resumen
La transición de la secundaria a la universidad es un momento crucial en la vida de los estudiantes,
ya que implica un cambio signicativo en sus hábitos, expectativas y responsabilidades. Por esta
razón, el presente ensayo de revisión teórica pretende analizar la literatura sobre las buenas prácticas
que permiten favorecer la transición de la secundaria a la universidad, con énfasis en los factores
que inuyen en este proceso. La literatura consultada coincide en que los métodos de evaluación,
el apoyo social, la capacidad de autorregulación y el nivel socioeconómico son condiciones que
inciden en el proceso de adaptación. Como oportunidad, se resalta la conveniencia de promover
buenas prácticas de orientación, sobre todo durante el primer año. Algunas de ellas están orientadas
a la cooperación, el acompañamiento y el autoconocimiento, con el n de desarrollar la conanza
necesaria para que esta etapa resulte positiva y se prevenga así el abandono académico.
Palabras clave: Intervención, orientación, educación secundaria, transición, universidad.
_____________________________
1 Docente universitaria en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, directora de Bienestar Estudiantil en el ISFODOSU. Para
contactar a la autora: ralcantara13@uasd.edu.do
2 Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid, director académico de la Maestría
en Educación, organizada por la Universidad de Jaén. Para contactar al autor: fdoval2009@yahoo.com
_____________________________
ISSN (en línea): 1814-4152 / Sitio web: http://cuaderno.pucmm.edu.do
CÓMO CITAR: Alcántara, R. y Pantoja, A. (2024). De la educación secundaria a la superior: factores y buenas prácticas. Cuaderno
de Pedagogía Universitaria, 21(42), 172-181.
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Abstract
The transition from high school to college is a crucial moment in the lives of students, since it implies a
signicant change in their habits, expectations and responsibilities, so this theoretical review essay aims to
analyze the existing literature on good practices that favor the transition from high school to college, with
emphasis on the factors that inuence this process. The literature consulted agrees that evaluation methods,
social support, self-regulation capacity and socioeconomic level are conditions that inuence the adaptation
process. As an opportunity, the need to promote good orientation practices is highlighted, especially during
the rst year. Some of these are oriented to cooperation, accompaniment and self-knowledge, in order to
develop the necessary condence for this stage to be positive and thus prevent academic dropout.
Keywords: Intervention, guidance, secondary education, transition, university.
Introducción
La educación superior permite preparar a los estudiantes para el ejercicio de una profesión u ocio,
así como para el desarrollo de competencias académicas, cientícas, tecnológicas, culturales y
sociales (Herrero et al., 2017). Quienes entran en este nuevo nivel pasan por un cambio en el estilo
de vida que los lleva desde las aulas familiares del colegio hasta los campus universitarios, donde
se despliegan oportunidades, desafíos y descubrimientos. En esta importante etapa denen su
proyecto de vida, sus aspiraciones profesionales, así como posibilidades de inserción laboral y
social. Las decisiones a tomar van de la mano con una adecuada orientación profesional que facilite
la autorrealización y el desarrollo del individuo.
Los egresados del nivel secundario se enfrentan por primera vez a un entorno académico con
profesores más exigentes y compañeros diversos. Además, la regulación de las normas en el nivel
superior apuesta a la madurez de los estudiantes, lo que implica una mayor exibilidad para ellos.
Esta aparente libertad puede producir dicultades para autorregularse y planicar ecientemente
las tareas académicas. Dados los desafíos que genera el tránsito a la universidad, la Comisión
Internacional sobre Educación para el siglo XXI presentó un informe a la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) donde establece orientaciones para
que sean consideradas por los docentes mientras acompañan a los jóvenes al incursionarse en la
vida adulta, de modo que ellos puedan conocer y dirigir sus propias fortalezas (Delors, 1996). Esto
exige una valoración previa, porque el estudiante necesita tomar decisiones para planicar su vida
profesional (Delors, 1996). Lo antes expuesto requiere la aplicación de metodologías de enseñanza y
evaluación docente que permitan a los estudiantes de nuevo ingreso adaptarse al entorno, desarrollar
habilidades de estudio, gestionar el tiempo y el estrés, entre otros retos que vienen con esta etapa.
También, se requiere formular políticas que incentiven el desarrollo de actitudes dirigidas al desarrollo
de una personalidad sana, creadora y de respeto así mismo, en atención al autoconocimiento que
ello implica para la realización del proyecto de vida (González y González, 2008).
En efecto, orientar en la transición de la secundaria a la universidad es una tarea fundamental para
garantizar el bienestar y el desarrollo integral de los estudiantes. Por ello, todos los actores involucrados
en este proceso deben asumir un rol activo y colaborativo para orientar a los jóvenes. Bajo este
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contexto, nos preguntamos: ¿Qué factores inuyen en el proceso de transición de la educación
secundaria a la superior? y ¿cuáles son los principales desafíos y oportunidades que enfrentan los
estudiantes durante esta etapa de transición? De estas inquietudes surge el interés de analizar la
literatura relacionada con las buenas prácticas que favorecen la transición de la secundaria a la
universidad, con especial énfasis en el contexto latinoamericano. Igualmente, se pretende identicar
los principales desafíos y oportunidades que enfrentan los estudiantes en esta etapa y las variables
personales, familiares, institucionales y socioculturales que inuyen en su adaptación.
De esta manera, en los siguientes apartados se brinda una visión general de la temática, basada
en evidencias empíricas y conceptuales provenientes de diversas fuentes bibliográcas. El propósito
consiste en ofrecer un marco de referencia para comprender el fenómeno de la transición, así como
orientaciones prácticas para diseñar e implementar acciones que contribuyan al desarrollo integral
de los estudiantes universitarios.
Se abordará la transición desde una mirada multidimensional, analizando variables personales,
familiares, institucionales y socioculturales que inuyen en la adaptación de los estudiantes, con el n
de entender las coyunturas y desafíos que enfrentan los estudiantes en el contexto latinoamericano. Si
bien la transición de la secundaria a la universidad es un fenómeno global, las realidades y condiciones
especícas, como los niveles de desigualdad, la calidad de la educación y las oportunidades
laborales, pueden generar particularidades en este contexto. En tal sentido, la revisión teórica que
aquí se expone podría orientar la ejecución de buenas prácticas de orientación académica, lo que
contribuiría al bienestar de quienes inician su trayectoria profesional.
Factores que inuyen en el proceso de transición de la secundaria a la universidad
Las buenas prácticas constituyen acciones y procesos a través de los cuales se han logrado
resultados positivos ante la presencia de un problema. Son producto de los conocimientos que se
adquieren con la experiencia, convertidos entonces en modelos para ser compartidos al constituirse
como pautas que favorecen la transformación, en este caso educativa (Rodríguez, 2008). Así, en los
siguientes párrafos describiremos algunos hallazgos de evidencias cientícas en torno a las buenas
prácticas, junto con los factores que ayudan o dicultan transitar hacia la educación superior.
Según Pérez et al. (2020), la educación superior en Perú está luchando contra altas tasas de
deserción y bajas tasas de retención de estudiantes (el 27 % abandona sus estudios en su primer
año). Por eso, el propósito de su estudio fue determinar qué factores internos y externos permiten
a los nuevos estudiantes adaptarse exitosamente al ambiente universitario. Tras realizar encuestas y
grupos focales, los resultados muestran que cuatro factores contribuyen a una adaptación exitosa al
entorno universitario: los métodos de enseñanza y evaluación, el sistema de orientación y tutoría, la
identicación de carreras y la red social de actividades extracurriculares, respecto a los cuales 8 de
cada 10 estudiantes mostraron dicultades para lograr este objetivo, con un desempeño deciente
en una o más materias en su primer año. Los resultados de su investigación arrojaron que el apoyo
familiar, las habilidades adquiridas en la escuela secundaria y el rendimiento académico también
favorecen este proceso.
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Por otro lado, Runte y Pérez (2020) se propusieron comparar la transición de estudiantes de secundaria
que ingresan a la carrera de Educación entre una universidad en Brasil y otra universidad en España.
Se utilizó un instrumento que contempló las siguientes dimensiones: adaptación al aprendizaje,
adaptación a la nueva vida, adaptación a la información, horarios y recursos, además del sentido de
autoestima y autonomía. Los resultados muestran diferencias no signicativas en la capacidad de
adaptarse a la nueva vida y otros factores. Los estudiantes brasileños parecen adaptarse mejor a los
cambios, información y horarios, pero tienen menos autonomía y autoestima que los españoles. Por
otro lado, los resultados sugieren que la adaptación resulta más difícil cuando estos deben alejarse
de su domicilio familiar, como ocurrió en el caso de los españoles. De igual modo, los investigadores
recomiendan desarrollar más consistentemente la inteligencia emocional de los estudiantes.
Huaman (2022) señaló que el apoyo familiar, de los pares y de la institución, así como la motivación
intrínseca, la autoecacia académica, las estrategias de aprendizaje autorregulado, el sentido
de pertenencia y la satisfacción con la carrera facilitan la transición. Lo anterior contribuye a que
los estudiantes se sientan más implicados con sus estudios, al igual que incide en desarrollen
competencias necesarias para afrontar los retos académicos y personales que se les presentan. En
cambio, entre los factores que dicultan la transición se encuentran el estrés académico, la ansiedad,
la depresión, el bajo rendimiento, el abandono, la falta de orientación vocacional, la falta de hábitos
de estudio, la procrastinación, el aislamiento social y la incompatibilidad entre las expectativas previas
y la realidad universitaria. Estas circunstancias pueden generar en los estudiantes sentimientos de
frustración, desilusión, desmotivación y desadaptación, hasta afectar negativamente su salud física
y mental (Herrero et al., 2017).
El estudio longitudinal realizado por Panadero et al. (2022) se propuso analizar diarios de aprendizaje
de estudiantes universitarios de primer año para evaluar cinco variables clave: satisfacción, retos
académicos, trayectorias emocionales y motivacionales, y estrategias de aprendizaje. Sus hallazgos
revelan que la satisfacción de los estudiantes uctuó a lo largo del primer año de universidad,
disminuyendo durante ambos semestres debido a las actividades de evaluación. Respecto a los
retos, los estudiantes inicialmente enfrentaron dicultades con las evaluaciones y la adaptación a
nuevas amistades, pero reportaron menos desafíos a medida que avanzaba el año. En cuanto a las
trayectorias emocionales y motivacionales, se observó un incremento de la ansiedad y la tristeza
acentuadas durante los períodos de evaluación. Además, la vergüenza a participar o involucrarse
socialmente fue común al inicio del curso, pero desapareció a medida que los estudiantes se
familiarizaban con su nuevo contexto.
Contexto socioeconómico y cultural: un factor determinante
Según Rodríguez-Fernández et al. (2015), el contexto socioeconómico y el nivel sociocultural
tienen un impacto signicativo en la experiencia de cambio de los estudiantes porque afectan sus
oportunidades, recursos, motivaciones y obstáculos. Pérez et al. (2020) explican cómo se da esta
incidencia:
• Nivel socioeconómico: Los estudiantes de entornos socioeconómicos bajos a menudo
enfrentan importantes barreras económicas, educativas y culturales para permanecer en
la universidad, lo que puede conducir a desigualdad y exclusión social. Esta problemática
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requiere especial atención por parte de las instituciones educativas y las políticas públicas,
con el n de fomentar la inclusión de estudiantes de diversos orígenes socioeconómicos.
De hecho, en un estudio longitudinal realizado por Otero et al. (2021) con enfoque mixto se
analizaron los recorridos educativos de dos cohortes de jóvenes argentinos que egresaron de
la escuela secundaria en 1999 y 2011, explorando cómo los contextos político-económicos
inuyen en sus trayectorias hacia la educación universitaria. La primera cohorte enfrentó
una fuerte crisis económica y alto desempleo juvenil, lo que resultó en una reproducción de
las desigualdades sociales, puesto que los jóvenes de sectores altos lograban una mayor
continuidad en la universidad. En contraste, la segunda cohorte, en un contexto de mejores
indicadores sociales, mostró una ampliación de las oportunidades educativas, lo que se
reejó en una notable tendencia de jóvenes de sectores medios y bajos a continuar sus
estudios universitarios.
•
Capital cultural: Los estudiantes de familias con una amplia formación cultural tienden
a comprender y adaptarse a los contenidos y regulaciones de la universidad, así como al
desarrollo profesional y las aliaciones profesionales; lo que les brinda ventajas en su trayectoria
educativa y les permite desenvolverse con mayor uidez en el entorno universitario.
• Apoyo social: La existencia y calidad de las relaciones sociales de los estudiantes con sus
familias, amigos, profesores y compañeros, permite a los estudiantes sentirse bien consigo
mismos, tener conanza en mismos y ser resilientes. Quienes tienen más apoyo social suelen
manifestar mayor conanza, seguridad y satisfacción durante su proceso de transición, así como
más recursos para enfrentar los conictos que puedan surgir (Rodríguez-Fernández et al., 2015).
De todos modos, a pesar de que se han vinculado al éxito en la transición, estos factores
no son jos ni uniformes, pues varían según las condiciones históricas, geográcas, políticas
y culturales en las que viven los estudiantes; por ello, es importante tener en cuenta las
diferencias y estilos de vida de cada uno de ellos y desarrollar políticas educativas que
garanticen la igualdad, la inclusión y la calidad en la educación superior.
Inuencia familiar en la decisión de continuar a la educación superior
La decisión de iniciar los estudios universitarios no suele tomarse de forma aislada, sino que a menudo
está inuenciada por el rol de la familia. La inuencia positiva de la familia en los estudiantes se
maniesta cuando esta brinda un ambiente propicio para el aprendizaje, les ofrece recursos materiales
y afectivos para su formación, les respeta sus intereses y capacidades, les ayuda a explorar sus
opciones educativas y laborales, los anima a perseguir sus metas y sueños y les acompaña en el
proceso de transición entre la escuela y la educación superior.
El efecto contrario se produce cuando los padres imponen una opción educativa que no se ajusta
a sus preferencias o aptitudes, les presionan para que elijan una carrera con mayor prestigio o
rentabilidad económica, les desalientan o desvalorizan sus aspiraciones o logros académicos, les
limitan el acceso a información o recursos para su formación e incluso les abandonan o ignoran
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en el momento de tomar una decisión sobre su educación superior. Debido a esta gran inuencia,
es importante que la familia reconozca el valor de la educación superior como una oportunidad
para el desarrollo personal y profesional de los jóvenes, y que colabore con ellos en la búsqueda de
información, orientación y asesoramiento para facilitar su toma de decisiones (Blumtritt et al., 2022)
El entorno más cercano del individuo, formado por sus padres y otros parientes, pone una marca
determinante en las acciones de los individuos, y su inuencia se reeja signicativamente en
decisiones como la de optar por una u otra carrera cuando llega el momento de entrar a la
universidad. Esa inuencia, transmitida en los esquemas comunicacionales y las pretensiones de los
familiares, pueden condicionar las inclinaciones de los jóvenes y afectar sus decisiones en cuanto
a seguir avanzando en la educación superior (Kim y Hong, 2019). Por demás, cabe aclarar que,
de cualquier modo, no se trata solo de imponer un criterio. Cuando los padres se involucran en la
toma de decisiones concernientes a la educación, pueden motivar a los jóvenes para interesarse
en la preparación universitaria, orientar sus necesidades y darles soporte en la consecución de sus
aspiraciones, tanto en lo académico como en lo profesional (Martin et al., 2018).
Buenas prácticas para facilitar la transición estudiantil
Como parte de las buenas prácticas, se recomienda fomentar una cultura de acogida e integración
en las universidades, así como implementar programas de orientación, tutoría, apoyo académico
y psicosocial para los estudiantes de primer año. Asimismo, se sugiere promover el desarrollo de
habilidades socioemocionales y metacognitivas en los estudiantes, así como estimular su participación
activa y crítica en el propio proceso formativo (Gutiérrez y Martínez, 2018). El estudio realizado por
Panadero et al. (2022) recomienda aplicar estrategias de evaluación formativa como medio para dar
apoyo y seguimiento durante el primer año en la universidad. De modo parecido, sugiere enfatizar las
estrategias de autorregulación y procesamiento de la información, pues los estudiantes observados
tendieron a usar métodos básicos de memorización, lo que sugiere que seguían utilizando enfoques
de la secundaria y no se adaptaron de inmediato a las exigencias de la educación superior.
La orientación en la etapa de la educación secundaria por parte de profesionales es de gran
importancia en la vida de los adolescentes, puesto que durante esta etapa existe muchísima
incertidumbre en estos, al no tener una idea clara que les permita responder a las naturales
preguntas que surgen durante la misma e identicar sus verdaderos intereses personales. Gracias
a una orientación adecuada, pueden propiciarse las adaptaciones que ellos requieren para las
nuevas exigencias de la vida adulta (Martínez-Clares et al., 2014) y es así como el orientador se
erige en un agente de cambio que, a través del asesoramiento y el apoyo que brinda a los centros
de educación, contribuye con el desarrollo integral del adolescente (García, 2016).
Según las investigaciones de Álvarez-Pérez y López-Aguilar (2017), es importante que los orientadores
educativos ofrezcan un acompañamiento adecuado y personalizado a los alumnos que se enfrentan
a esta etapa, con el n de facilitar su adaptación y éxito académico. Algunas de las mejores prácticas
para favorecer esta tarea son:
Realizar una evaluación diagnóstica de las competencias, intereses, motivaciones y expectativas
de los estudiantes, así como de sus necesidades de apoyo y orientación.
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Diseñar un plan de acción individualizado para cada estudiante, que incluya objetivos,
estrategias, recursos y seguimiento.
Ofrecer información y asesoramiento sobre las diferentes opciones académicas y profesionales
disponibles, así como sobre los requisitos, procedimientos y plazos de acceso a la universidad.
Fomentar el desarrollo de habilidades académicas, como la gestión del tiempo, la organización,
el estudio autónomo, la resolución de problemas y el trabajo en equipo.
Promover el desarrollo de habilidades socioemocionales, como la autoestima, la autoecacia,
la autonomía, la responsabilidad, la comunicación y la convivencia.
Facilitar el contacto y la interacción con otros estudiantes, profesores y profesionales que
puedan servir de referentes, modelos o mentores.
Proporcionar un espacio de escucha activa, conanza y apoyo emocional ante las dicultades
o dudas que puedan surgir durante el proceso.
Evaluar el grado de satisfacción, logro y bienestar de los estudiantes, así como los resultados
académicos obtenidos.
Realizar un seguimiento continuo y una retroalimentación constructiva sobre el progreso y
los aspectos a mejorar.
En denitiva, se recomienda mantener el acompañamiento durante el primer año de transición y
combinar objetivos sociales, académicos y monetarios que se adapten a los perles de los estudiantes.
Para reducir el impacto que tienen los factores socioeconómicos, se recomienda desarrollar distintas
líneas de becas y ayudas económicas enfocadas en el derecho a la inclusión, lo que podría promover
la permanencia (Otero et al., 2021). Estas prácticas, junto con las académicas, pueden contribuir
a que los estudiantes se sientan más preparados, seguros y motivados para afrontar el reto de la
universidad, así como para reducir el abandono o el fracaso escolar, al desenvolverse sobre la base
de actividades que les permitan resolver sus problemas. De este modo, la orientación educativa
favorece no solamente encaminar al alumno para la escogencia de una carrera, sino que también
contribuye con la formulación del plan de vida que desarrollarán en la medida en que promuevan
sus habilidades (González y González, 2008).
En denitiva, estudiantes que se hallan en el período de transición educativa hacia la universidad
requieren de orientación adecuada que les ayude a adaptarse y aprovechar las oportunidades de
aprendizaje que ofrece la educación superior; de lo contrario se pueden generar situaciones negativas
que les afecten en el desarrollo de habilidades y destrezas apropiadas para implementar un proyecto
de vida, con el subsecuente surgimiento de sentimientos de frustración, desilusión, desmotivación
y desadaptación, así como de efectos negativos a su salud física y mental (Herrero et al., 2017;
Gutiérrez y Martínez, 2018). Asimismo, se encontró que estos procesos inuyen positivamente en
el rendimiento académico al ayudarles a denir su proyecto educativo y profesional e, igualmente,
a desarrollar las competencias necesarias para afrontar los retos de la educación superior y la
adaptación al entorno universitario.
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Conclusión
La transición de la secundaria a la universidad es un proceso complejo en la vida de los estudiantes,
marcado por cambios signicativos en sus hábitos, expectativas y responsabilidades. Según la
literatura consultada, varios factores inuyen decisivamente en la adaptación a este nuevo entorno.
Entre los más destacados se encuentran los métodos de evaluación, el apoyo social, la capacidad
de autorregulación y el nivel socioeconómico. En efecto, los métodos de evaluación juegan un papel
fundamental, ya que una evaluación adecuada no solo mide el conocimiento adquirido, sino que
también promueve el aprendizaje continuo. Esto es esencial para que los estudiantes se adapten a
las demandas académicas de la universidad (Pérez et al., 2020; Panadero et al., 2022).
El apoyo social, tanto de familiares como de amigos, profesores y compañeros, es otro factor
determinante. Un entorno de apoyo robusto puede aumentar la conanza y la resiliencia de
los estudiantes, lo cual les ayuda a enfrentar los desafíos de la transición con mayor seguridad
(Rodríguez-Fernández et al., 2015; Álvarez-Pérez y López-Aguilar, 2017). Además, las habilidades
de autorregulación, como la gestión del tiempo y la planicación de tareas, favorecen la gestión de
las responsabilidades adicionales que vienen con la educación superior (Otero et al., 2021).
Por último, el nivel socioeconómico también tiene un impacto signicativo. Los estudiantes de
contextos socioeconómicos más altos tienden a tener mayores recursos y apoyo para continuar sus
estudios universitarios, mientras que aquellos de contextos más desfavorecidos pueden enfrentar
más obstáculos (Otero et al., 2021). En este sentido, es esencial fomentar políticas educativas que
garanticen la igualdad de oportunidades y apoyen la inclusión de estudiantes de todos los estratos
sociales, no solo al momento de su ingreso, sino para asegurar su permanencia mediante programas
de becas, soporte nanciero y servicios de orientación (Herrero et al., 2017; Otero et al., 2021).
En denitiva, una buena práctica consiste en ofrecer orientación académica y vocacional continua
durante el primer año universitario (González y González, 2008). Esta orientación debe centrarse
en la cooperación, el acompañamiento y el autoconocimiento, con el propósito de permitir a los
estudiantes desarrollar la conanza necesaria para enfrentar los desafíos académicos y personales. En
resumen, para mejorar la transición de los estudiantes de secundaria a la universidad, es fundamental
fortalecer los programas de orientación, involucrar activamente a las familias en el proceso, promover
la inclusión y la igualdad, y crear redes de apoyo social que faciliten la integración de los estudiantes
en el entorno universitario. Implementando estas estrategias, las instituciones educativas pueden
facilitar una transición más efectiva, pues el estudiantado recibe ayuda oportuna para superar los
retos asociados con este importante paso en su trayectoria académica.
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