CUADERNO DE PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA | VOL. 19 NÚMERO 37 | PP 31 - 35
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Educación filosófica y ciudadanía:
La vocación política de los estudios generales1
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Philosophical education and citizenship:
The political vocation of general studies
Recibido: 29 de septiembre de 2021 | Aprobado: 29 de noviembre de 2021
Resumen
Si bien es cierto que no existen las democracias perfectas, sí
podemos armar que existen las democracias más o menos
democratizadas. Sin embargo, queda por descubrir el modo de
democratizar las democracias. En este ensayo, apoyados en un
análisis comparativo entre el concepto ciudadanía y educación
losóca (o educación en losofía), se plantean dos hipótesis relativas al carácter democratizador de la
educación y al papel que deben cumplir los Estudios Generales desde su dimensión política. Como conclusión,
y respaldado por autores como Robert Alan Dahl y Carlos S. Nino, especialmente, se expondrá el lazo
transdisciplinar que aúna la educación losóca, el estatus de ciudadanía, los índices de desarrollo humano
y justicia social.
Palabras clave: Educación losóca, democratización, ciudadanía, democracia, Estudios Generales
Abstract
Although it is true that there are no perfect democracies, we can assert there are democracies more democ-
ratized than others. However, how to democratize democracies remains to be discovered. In this article,
supported by a comparative analysis between the concept of citizenship and philosophical education (or ed-
ucation in philosophy), two hypotheses are proposed regarding the democratizing nature of education and
the role that General Studies must fulll from its political dimension. In conclusion -and supported by authors
such as Robert Alan Dahl and Carlos S. Nino, especially- the transdisciplinary bond that unites philosophical
education, citizenship status, human development indices and social justice will be exposed.
Keywords: Philosophical education, democratization, citizenship, democracy, General Studies.
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1 Ponencia presentada en junio de 2021 en el XII Simposio Internacional de Estudios Generales (modalidad virtual). Ponticia Universidad Católica Madre
y Maestra (PUCMM), República Dominicana, y Red Internacional de Estudios Generales (RIDEG).
* Doctor en Derechos Humanos y Filosofía Política (UAB). Director y profesor del Departamento de Estudios Generales, PUCMM-CSD. Para contactar al
autor: joancampa@pucmm.edu.do
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ISSN (en línea): 1814-4152 / Sitio web: http://cuaderno.pucmm.edu.do
CÓMO CITAR: Campà Molist, J. (2022). Educación losóca y ciudadanía: la vocación política de los Estudios Generales. Cuaderno de Pedagogía
Universitaria, 19 (37), 31-35.
Joan Enric Campà Molist*
joancampa@pucmm.edu.do
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Introducción
Actualmente, estamos abrigados por una terrible
pandemia de carácter viral, y, gracias al desarrollo
cientíco, disponemos de una vacuna para combatir
la enfermedad. Quizá no tan democráticamente
como desearíamos, pero disponemos de ella.
No obstante, para la pandemia que obstaculiza
el desarrollo social, para la pandemia que impide
una gobernabilidad eciente, para la pandemia
que incentiva a la desigualdad, lamentablemente,
no tenemos una vacuna. Parece que convivimos
bajo un contrato social que no funciona, el Estado,
ha quedado peligrosamente enfermo y se requiere,
urgentemente, más sociedad con carácter de
ciudadanía. La primera línea de defensa para
el desarrollo debe ser, cómo no, una defensa
intelectual.
Este ensayo tiene por objetivo exponer un vínculo
transdisciplinar que tiene como n despertar y
avivar, positivamente, los índices de desarrollo
humano y justicia social. Una relación entre la
educación losóca, o educación en Filosofía, la
democracia y el desarrollo social conforman una
ecuación transdisciplinar que despierta en los
Estudios Generales como la vertiente más política
de un primer ciclo universitario y se caracteriza por
procurar el cultivo de seres humanos responsables
de sí mismos y de su entorno.
No obstante, e iniciando con la cuestión que el
lósofo francés Jean-Luc Nancy planteó en su texto
“Après le sujet qui vient” (Nancy, 1989): ¿qué viene
después del sujeto? Étienne Balibar (Balibar, 2013)
responde muy convencido: después del sujeto,
viene el ciudadano, una categoría indispensable
para la praxis política y para la democratización
constante de la democracia. Considerando que las
articulaciones de la democracia están plenamente
relacionadas con las acciones de la ciudadanía,
y estas acciones a las decisiones de esta, la
educación y preparación del ciudadano se convierte
en uno de los pilares fundamentales de aquello
que llamamos justicia democrática. Sin embargo,
surgen varias interrogantes ante tal ecuación que
es menester responder sin miedo, como: ¿Cuál
es el elixir del que debe alimentarse una auténtica
educación democrática y democratizadora?
¿Qué papel cumplen los estudios Generales en la
democratización de la democracia?
Para dar respuesta a dichas cuestiones, conviene
abordar conceptos clave como “Educación
losóca”, “ciudadanía”, “democracia” y “Estudios
Generales”. Iniciemos.
2. El carácter losóco de la educación
democrática: un paso hacia “lo político”
Bien sabido es que en la historia de la humanidad
han surgido incontables modos de enseñanza y
sistemas educativos, pero, si nucleamos la ecuación
con el concepto “emancipación”, es conveniente
reducir la educación a dos tipos muy generales:
la educación que uno recibe de los demás y la
educación que uno recibe de mismo. Hoy día,
educar para la emancipación no debe darnos miedo,
sino todo lo contrario: la emancipación cultivada
en la ciudadanía debe entenderse como la pieza
que propicia dinamismo a la democracia y sirve de
alimento para su constante democratización. Una
democracia ideal, considerada como un organismo
vivo que se desarrolla en la actualización y el
dinamismo, requiere de la presencia y ejercicio de
ciudadanos activos y libres en cuanto a pensamiento
se reere.
El Republicanismo como modelo de teoría política
explica la actualidad de la educación para la
ciudadanía, tratándose de una Filosofía política
que procura una redenición de todo. Es la apuesta
de aquellos que creen que es posible pensar, de
un modo distinto, “lo político” y “lo educativo”.
Si se considera que “lo político” no puede estar
relacionado únicamente con las cuestiones relativas
al poder, es decir, que “lo político” engloba todas
las dimensiones de la vida, la alternativa a la
educación cívica será la Filosofía, y así, el losofar
será la expresión y acción política por excelencia.
Si no enseñamos a losofar al ciudadano, no
habrá política, y si no hay política, nos quedamos
sin democracia. En tal orden, y respondiendo a
la cuestión inicial al respecto del elixir que debe
brindarse a la educación para la ciudadanía, nos
encontramos con una Filosofía salvíca en cuanto
a emancipación se reere.
Es muy común entender la Filosofía como una
actividad alejada, extraña y ajena a la cotidianidad.
Incluso, se ha llegado a percibir la Filosofía como
la principal enemiga de las religiones. Se percibe
como un ejercicio que sólo compete a intelectuales
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divinizados y a aburridos soñadores que distraen
y confunden con sus disertaciones. Son, pues,
un cúmulo de concepciones altamente nocivas
para la democracia al estar tan arraigadas a la
población. Estas concepciones, unas elitistas y otras
escépticas, han servido para apartar a la Filosofía
y convertirla en algo ajeno a nuestra naturaleza
humana, y, en tal sentido, la recuperación de la
Filosofía para la ciudadanía resulta ser el objetivo
primero de una educación democrática orientada
a la formación ciudadana.
Parece, pues, que la alternativa recae en el
papel de la Filosofía en la educación, pero,
cabe preguntarnos: ¿qué tipo de Filosofía debe
enseñarse? Tal como armó Feuerbach, es menester
recuperar una Filosofía que aborde los problemas
de la humanidad: “Una cosa es la Filosofía que
debe su existencia solamente a la indigencia
losóca (…), y muy distintamente, una Filosofía
que corresponde o coincide con la indigencia de
la humanidad” (Feuerbach, 1984). Esta armación
puede coincidir con el talante socrático de tantos
maestros que son capaces de despertar en los
discentes el desazón y ansiedad que la misma
existencia comporta. Aquello que Kant nombró,
stricto sensu, “losofar”.
Siguiendo la ruta del lósofo alemán, nos
encontramos con la atormentadora cuestión ¿qué
debo hacer?: la cuestión que origina la concepción
moderna de ciudadano desde el plano ético. Con
el andar del tiempo, orecen nuevas modalidades
contemporáneas de pensar la ciudadanía,
especialmente desde Jean Marie Guyau y Georg
Simmel, los cuales presentan de manera opuesta la
ley universal y el sentido individualista de la acción
moral. Con sus postulados, la educación cívica ha
sufrido una crisis al no poder abordar efectivamente
el concepto “deber”, una razón añadida a la
importancia de la educación y actividad losóca
entendida como una actividad racional, y por lo
tanto humana, que tiende a la universalización. Sin
embargo, esta cuestión choca frontalmente con la
desaparición de la educación en Filosofía de los
currículums escolares y universitarios: parece que el
progreso moral obstaculiza al progreso material que
impera en los sistemas educativos-económicos.
Con el bullicio explicado, la demanda de respuestas
por parte de la ciudadanía no cesa e incrementa.
Centrándonos en el ciudadano, a diferencia de
otras guras, es aquel que ejerce la libertad y el
ejercicio racional de la acción política. Este no
tiene que reivindicarla, pues ya la posee: es la
gura que se encuentra más cerca de la ética y la
política, y, por ello mismo, requiere beber del elixir
de la emancipación y la autonomía intelectual para
culminar debidamente con sus objetivos como
ciudadano. En otras palabras, podemos determinar
que para una ciudadanía efectiva se requiere,
cómo no, la educación losóca orientada a la
emancipación y autonomía intelectual del discente.
3. Democracia y ciudadanía: un paso hacia
“lo social”
Si bien el pensamiento antidemocrático que Platón
expone en La República ha sido difícilmente
superado, mediante fuertes cefaleas e insomnios
traicioneros, nos encontramos en un período teórico
en el que brotan esperanzas para la democracia.
Personalidades como Robert Alan Dahl o Carlos
Santiago Nino nos ofrecen alternativas para repensar
lo democrático y lo político. Empecemos por el
primero.
Dahl (Dahl, 2012), consciente de la difícil tarea de
alcanzar una democracia ideal, propone cinco
principios esperanzadores para, como mínimo, lograr
una democracia equilibrada alejada de utopías, a
saber: la participación efectiva, la igualdad del voto
en la fase electoral, la comprensión informada, el
control de la agenda y la inclusividad. A pesar de
tratarse de cinco únicos principios, las dicultades
que arrastran son de magna relevancia y competen,
en esencia, a la esfera educativa del Estado y al
compromiso resultante del ciudadano.
Con relación al primer principio (participación
efectiva), exige que los ciudadanos sepan practicar
la igualdad entre ellos formalizando sus preferencias
y cuestiones en la agenda pública, además de
ofrecer razones racionales a favor de un resultado u
otro. Con relación al segundo principio (igualdad de
voto en la fase electoral) exige considerar el valor de
cada voto x1, y ello requiere que cada punto de vista
sea tomado en cuenta, y se respete, por parte de la
propia ciudadanía. El tercer principio (comprensión
informada) requiere de una preparación formada
por parte de los ciudadanos, es decir, que cada
uno pueda disfrutar de oportunidades amplias,
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diversas y equitativas para conocer y armar la
decisión más adecuada para el bien común. El
cuarto principio (control de la agenda), necesita
que la ciudadanía (Demos) tenga la oportunidad de
decidir cuáles son los temas políticos más urgentes y
necesarios para someter a la deliberación. El quinto
principio (inclusividad) es el encargado de ofrecer
equitatividad a todo el plano ciudadano y legitimidad
a sus intereses durante el proceso político.
Tanto el primer principio como el tercero y el cuarto,
y siguiendo el hilo del apartado anterior, denotan
una necesidad de considerar la emancipación
como una pieza fundamental de la educación
para el efectivo ejercicio de lo político, esto es, la
ciudadanía entendida como una práctica y ejercicio
vital para la democratización de la democracia,
no como un mero estatus jurídico. En tal orden,
nacen dos necesarios vínculos entre el ejercicio de
la ciudadanía y la formación/educación losóca
desde la emancipación y autonomía intelectual:
el aspecto salvíco para la concientización de los
dolores del mundo y la sensibilidad de uno mismo
para con el resto de la humanidad.
Desde el pensamiento de Carlos Santiago Nino, y
de un modo ligeramente distinto, nos encontramos
con una importante distinción de conceptos en lo
que él mismo se reere como discurso moral. En la
parcela social del Estado, es decir, el ámbito de la
ciudadanía, podemos encontrarnos con dos tipos de
moralidad, principalmente: la moral social y la moral
crítica (Nino, 1991). La primera se reere a aquellos
principios morales que, además de estar enraizados
en el seno de la sociedad, se presentan como
criterios infalibles; son principios aparentemente
inapelables que la sociedad obedece por inercia
y sin ningún tipo de cuestionamiento y crítica. Se
trataría de la obediencia en el más puro sentido
de la palabra. Por otro lado, y de un modo menos
popularizado, nos encontramos con la moral crítica,
una moral que, lejos de someterse a los estándares
establecidos, es y piensa por sí misma desde la
emancipación y la autonomía de quien la ejerce. Se
trata de una moral que duda, que cuestiona, que
practica con criticidad la libertad intelectual y moral
con el n de encontrar una correspondencia con
lo justo. Es, pues, un tipo de moral que propicia el
desarrollo humano de la ciudadanía y que auspicia
la justicia social.
Conclusión
La educación propia de los Estudios Generales
puede parecer un oxímoron, pues tanto en sus
planteamientos como en sus resultados ofrece luz,
pero también oscuridad. Permítanme explicarlo.
Menciono luz por el carácter revelador de
conocimiento y cultura de la educación general,
claro está, desde una óptica transdisciplinar
apoyada en la investigación, la lectura y la escritura.
Pero también menciono oscuridad por el carácter
mayéutico/socrático de su enseñanza, es decir, por
ser descubridora de verdades (en plural) mediante
el debate y la argumentación crítica, no de una
Verdad (en singular) mediante un discurso infalible.
El talante losóco que nuclea los Estudios
Generales es el aporte más delicado y transgresor
de tal educación, pues la cuestión losóca obliga
a caminar a oscuras, a ciegas, por el sendero del
conocimiento. La duda losóca es el ardor del
aprendizaje, es la soledad del intelecto ante un
mundo rebosado de sentencias que propician la
negación de uno mismo, es decir, la anulación del
pensamiento y criterio propio. Sin este componente,
educar para generar o incentivar el sentido crítico
en nuestros estudiantes se convierte en una pérdida
de tiempo, en papel mojado, en humo ventilado.
El autoconocimiento o conocimiento sobre uno
mismo, considerado como un imperativo socrático,
es aquel que nos conduce a manejar las virtudes
individuales de una manera equilibrada y consciente
(Barni, 1992). Estas virtudes son indispensables
para la constitución del ciudadano y una resultante
sociedad democrática orientada hacia “el otro”. Sin
una buena disposición hacia uno mismo, difícilmente
podremos actuar efectivamente como ciudadanos
ante el otro, esto es, el resto de la ciudadanía,
primero, y la humanidad, como consecuencia.
Para el mismo autor, todas las virtudes quedan
agrupadas en tres grandes bloques: cultura de
la humanidad, respeto a la dignidad humana y el
perfeccionamiento moral, y este último bloque es
el que se familiariza directamente con la idea de
ciudadanía activa y comprometida: el punto de
partida para la construcción de la ciudadanía ideal
y para la democratización de la democracia.
Es evidente que el papel de la educación general
nucleada en el pensamiento losóco se convierte
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en la protagonista de los tres bloques: en el primero,
al respecto de la conciencia de pertenencia y
necesario cuidado de la humanidad, en el segundo,
respecto al pensar la condición humana desde
el denominador común que nos une (esto es la
dignidad inherente a nuestra naturaleza), y en
el tercero, al respecto de preguntarnos ¿cómo
debemos actuar desde nosotros mismos para con
el resto de ciudadanos después de repensar lo
sabido?
Por lo mencionado, el presente ensayo procuró
desvelar el protagonismo de la Filosofía en la
Educación General entendida como la educación
que requiere la ciudadanía, la cual tiene como n
democratizar el sistema político que más efectividad
ha mostrado en la historia de la humanidad: la
democracia. Nuestro papel en este escenario
es, pues, el de libertadores de conciencias que,
mediante el canal de la duda y los saberes, generan
buscadores de certezas animados por la curiosidad
y la responsabilidad por el otro. No es una tarea fácil,
pero tampoco imposible, pues somos conscientes,
aquí y ahora, de que la emancipación intelectual y
el sentido de ciudadanía despertado mediante el
pensar losóco son la condición de posibilidad
de la democracia y el desarrollo social, jamás a la
inversa.
Referencias bibliográcas
Balibar, E. (2013). Ciudadano sujeto. Vol. 1:
El sujeto ciudadano. Prometeo Libros.
Barni, J. (1992). La morale dans la Démocratie suivi
du Manuel Républicain. Kimé.
Dahl, R. A. (2012). La Democracia. Editorial Ariel.
Feuerbach, L. (1984). Manisfestos Antropològics.
Editorial Laia.
Nancy, J. L. (1989). “Présentation”, en Cahier Con-
frontation “Après le sujet qui vient”, N° 20.
Nino, C. S. (1991). Ética y Derechos Humanos.
Oxford University.