CUADERNO DE PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA | VOL. 19 NÚMERO 37 | PP 31 - 35
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divinizados y a aburridos soñadores que distraen
y confunden con sus disertaciones. Son, pues,
un cúmulo de concepciones altamente nocivas
para la democracia al estar tan arraigadas a la
población. Estas concepciones, unas elitistas y otras
escépticas, han servido para apartar a la Filosofía
y convertirla en algo ajeno a nuestra naturaleza
humana, y, en tal sentido, la recuperación de la
Filosofía para la ciudadanía resulta ser el objetivo
primero de una educación democrática orientada
a la formación ciudadana.
Parece, pues, que la alternativa recae en el
papel de la Filosofía en la educación, pero,
cabe preguntarnos: ¿qué tipo de Filosofía debe
enseñarse? Tal como armó Feuerbach, es menester
recuperar una Filosofía que aborde los problemas
de la humanidad: “Una cosa es la Filosofía que
debe su existencia solamente a la indigencia
losóca (…), y muy distintamente, una Filosofía
que corresponde o coincide con la indigencia de
la humanidad” (Feuerbach, 1984). Esta armación
puede coincidir con el talante socrático de tantos
maestros que son capaces de despertar en los
discentes el desazón y ansiedad que la misma
existencia comporta. Aquello que Kant nombró,
stricto sensu, “losofar”.
Siguiendo la ruta del lósofo alemán, nos
encontramos con la atormentadora cuestión ¿qué
debo hacer?: la cuestión que origina la concepción
moderna de ciudadano desde el plano ético. Con
el andar del tiempo, orecen nuevas modalidades
contemporáneas de pensar la ciudadanía,
especialmente desde Jean Marie Guyau y Georg
Simmel, los cuales presentan de manera opuesta la
ley universal y el sentido individualista de la acción
moral. Con sus postulados, la educación cívica ha
sufrido una crisis al no poder abordar efectivamente
el concepto “deber”, una razón añadida a la
importancia de la educación y actividad losóca
entendida como una actividad racional, y por lo
tanto humana, que tiende a la universalización. Sin
embargo, esta cuestión choca frontalmente con la
desaparición de la educación en Filosofía de los
currículums escolares y universitarios: parece que el
progreso moral obstaculiza al progreso material que
impera en los sistemas educativos-económicos.
Con el bullicio explicado, la demanda de respuestas
por parte de la ciudadanía no cesa e incrementa.
Centrándonos en el ciudadano, a diferencia de
otras guras, es aquel que ejerce la libertad y el
ejercicio racional de la acción política. Este no
tiene que reivindicarla, pues ya la posee: es la
gura que se encuentra más cerca de la ética y la
política, y, por ello mismo, requiere beber del elixir
de la emancipación y la autonomía intelectual para
culminar debidamente con sus objetivos como
ciudadano. En otras palabras, podemos determinar
que para una ciudadanía efectiva se requiere,
cómo no, la educación losóca orientada a la
emancipación y autonomía intelectual del discente.
3. Democracia y ciudadanía: un paso hacia
“lo social”
Si bien el pensamiento antidemocrático que Platón
expone en La República ha sido difícilmente
superado, mediante fuertes cefaleas e insomnios
traicioneros, nos encontramos en un período teórico
en el que brotan esperanzas para la democracia.
Personalidades como Robert Alan Dahl o Carlos
Santiago Nino nos ofrecen alternativas para repensar
lo democrático y lo político. Empecemos por el
primero.
Dahl (Dahl, 2012), consciente de la difícil tarea de
alcanzar una democracia ideal, propone cinco
principios esperanzadores para, como mínimo, lograr
una democracia equilibrada alejada de utopías, a
saber: la participación efectiva, la igualdad del voto
en la fase electoral, la comprensión informada, el
control de la agenda y la inclusividad. A pesar de
tratarse de cinco únicos principios, las dicultades
que arrastran son de magna relevancia y competen,
en esencia, a la esfera educativa del Estado y al
compromiso resultante del ciudadano.
Con relación al primer principio (participación
efectiva), exige que los ciudadanos sepan practicar
la igualdad entre ellos formalizando sus preferencias
y cuestiones en la agenda pública, además de
ofrecer razones racionales a favor de un resultado u
otro. Con relación al segundo principio (igualdad de
voto en la fase electoral) exige considerar el valor de
cada voto x1, y ello requiere que cada punto de vista
sea tomado en cuenta, y se respete, por parte de la
propia ciudadanía. El tercer principio (comprensión
informada) requiere de una preparación formada
por parte de los ciudadanos, es decir, que cada
uno pueda disfrutar de oportunidades amplias,