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CUADERNO DE PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA | VOL. 19 NÚMERO 37 | PP 8 - 18
que exista una participación equitativa de todos
los involucrados dentro de una situación, así como
en la toma de decisiones, esto puede aplicarse al
ámbito laboral, familiar y educativo, entre otros.
Miranda (2017) dene la democracia como “el
régimen político que, mediante el razonamiento
público y las instituciones de gobierno reguladas
por el control ciudadano y las leyes, busca la libertad
y la justicia” (p. 2).
Por su parte, Novoa et al. (2019) plantean:
La democracia como opción de vida implica a
un sujeto consciente de ser un agente moral
y político donde la acción política, el debate,
la participación, la intención transparente, se
constituyen en el camino para resolver los
conictos de carácter convivencial, dialógico
y de poder. De ahí que el sujeto ético político
debe ejercer un compromiso que va más allá del
proyecto personal para asumir los problemas y
desafíos de orden social y poderlos transformar
con su capacidad de decisión. (p. 66)
En este planteamiento reconocen varias habilidades
que deben ser inherentes al sujeto que vive en
democracia para poder ejercerla conforme a la ética
y el bien común. Mencionan como relevantes el
debate, la participación, el carácter ético, resolución
de conictos y enfatizan la necesidad de ver más
allá del aspecto personal para poder enfrentar los
problemas de carácter social. De alguna forma,
se podría decir que el vivir bajo una genuina
democracia va a requerir que los sujetos sean
capaces de reconocerse en ese estado, velar por
el bien social y actuar en conformidad con el mismo,
lo que hasta el momento no ocurre completamente
en la mayoría de los regímenes que se denominan
democráticos. De allí puede surgir la negativa como
respuesta a la pregunta: ¿Está el modelo educativo
actual encausado hacia el desarrollo de sujetos con
las habilidades necesarias para reconocer, ejercer
y sostener el sistema democrático?
La educación y la llamada democracia, aun
cuando no cumpla los requisitos de todo lo que
debe garantizar, no han mantenido del todo lazos
estrechos. La educación actual, promovida por el
neoliberalismo, va a la par de las necesidades del
mercado, cuyo n es desarrollar competencias y en
ocasiones priorizando los requerimientos del ámbito
laboral. Se ha removido la parte humanista que es
indispensable en la educación; en consecuencia, el
paradigma de la educación actual se vuelve contrario
a los principios de la democracia. (Lagomarsino et
al. 2019).
Con frecuencia, la educación representa una
herramienta de poder que opera a través de un
diseño capaz de desarrollar competencias anes
al sistema social, de tal manera que los sujetos
respondan sin cuestionamientos a ese modelo de
sociedad. Por esta razón, los esfuerzos por enseñar
a pensar y promover el desarrollo del pensamiento
crítico resultan un reto enorme en la práctica, a
veces insalvable. Esto así porque muchos modelos
educativos no tienen espacio para ello, ni tampoco
interés de que ocurra, aunque en el planteamiento
teórico se diga lo contrario, en la práctica no
enseñan a pensar ni a cuestionar.
Al respecto, Novoa et al. (2019) consideran que debe
haber un encuentro entre educación y democracia
a través de modelos formativos que persigan la
integralidad, que se desprendan de la transmisión
de contenidos disciplinares. A su vez, que permitan
ubicar el conocimiento en una perspectiva que
favorezca el desarrollo de ciudadanos con
entendimiento del contexto histórico, social y
político donde viven. Para los autores esto sugiere
fomentar diálogos entre educación y sociedad,
en las instituciones educativas de los diferentes
niveles y modalidades, “procurando garantizar
seres humanos formados para la interacción,
la comprensión de las esferas socioculturales,
organizada para asegurar sujetos autónomos, que
sean capaces de realizar los tránsitos necesarios
para participar activamente en la construcción de
capital social” (p.62).
Para ello se requiere que los procesos de formación
enseñen a los ciudadanos a tomar decisiones, a
compartir y a convivir. Además, que sean expuestos
a experiencias de aprendizaje que promuevan el
diálogo productivo, la oportunidad de lidiar con
acuerdos y desacuerdos, en n, una experiencia
educativa que reeje lo que es vivir en sociedad y
en democracia. Para lograr esto, el mismo centro
educativo debe operar democráticamente. Ya que,
es evidente, que la educación enfocada en preparar
para el mercado, con el objetivo de responder al
sistema y sus necesidades, queda privada de los