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y estratégica, coherente y oportuna al resto de
las instancias universitarias: la emergencia de una
coordinación de Estudios Generales, supeditada
en algunos casos a áreas académicas varias, con
la modalidad de agrupaciones disciplinares que
retoman los paradigmas formativos del ciclo básico.
Resulta ambicioso denir experiencias de un proceso
que se reconstruye contextualmente y es múltiple
de acuerdo a los escenarios en los que se presenta.
En un primer lugar, se constata el desarrollo de
conceptos y aproximaciones presente en libros,
compendios, artículos cientícos, memorias de
la realización del simposio y, por consiguiente, la
legitimización de estas fórmulas, esto es, el punto
de partida para hablar de experiencias. De todo
esto deviene la conformación de la RIDEG como
principal exponente de estas inquietudes, con
recursos conceptuales y prácticos que hoy día
son de obligada consulta en cualquier institución
que decida proyectarse desde esta perspectiva.
De igual forma, para asumir la relación formación
general transdiciplinar hay todo un recurso teórico,
ampliamente difundido, revisitado, comparado,
publicado, que permite a los investigadores
establecer los términos y replantearlos de acuerdo
a los contextos reales en los que se desarrolla el
proceso académico universitario, identicando su
unívoca e inherente relación.
En apoyo a la búsqueda conceptual sobre el n
de los Estudios Generales se promulgan espacios
de debate, se abren las dinámicas institucionales
a nuevos retos y se logra proyectar la formación
general en una idea que va más allá de completar
un pensum, sistematizar contenido de la enseñanza
precedente, o, simplemente, que el alumno adquiera
sus créditos indispensables. Sino que, la misión
de los Estudios Generales será “…proporcionar
a nuestros alumnos una formación integral que
articule lo humanístico, lo cientíco, lo artístico y lo
tecnológico, de manera que ellos puedan estar en
condiciones de transformarse a sí mismos, así como
la sociedad y el mundo que los rodea” (Quintanilla,
2015, p. 4). El mismo autor anteriormente citado
resume que el objetivo último de los Estudios
Generales en la formación universitaria sería
investigar temas que tienen que ver con el valor,
analizando y cuestionando también lo valioso y
signicativo a través de los tiempos. (Quintanilla,
2015).
Pese al amplio campo de conceptualización sobre
el deber ser de Estudios Generales constituido
en documentos y conferencias, es posible que el
componente transdiciplinar quede en el apartado
de las formulaciones, sin embargo, la práctica y
la gestión no son su mejor reejo. Por lo cual, es
necesario establecer dónde se está y a qué se
aspira. De ahí surge la inquietud: ¿Qué experiencias
y nuevos retos se presentan en la formación
transdiciplinar de los Estudios Generales como base
para la gestión y funcionamiento de esta área en la
estructura universitaria?
En cuanto a las experiencias enunciadas en la
pregunta, ellas son parte del gran y primer reto
que inició con replantearse la formación general.
Luego, el siguiente paso consistió en interiorizar la
necesidad de la humanización del egresado, más
allá de las artes y las letras y, por último, enfrentarse a
la especialización reduccionista que permea el ciclo
universitario. A estos pasos se sumó la denición
de una gestión y su debida estructura, la denición
de alcances y la adecuación de los reglamentos
docentes a partir de nuevas funciones incorporadas.
Ahora, ante el sintagma ‘nuevos retos’ entendemos
que no son nuevos, sino que se redimensionan
trayendo cada circunstancia de acuerdo a las
prácticas establecidas. Proceden de implementar
las políticas curriculares a los contextos sociales,
culturales, políticos, en los que se desarrollan
nuestras universidades. No se encuentra una
receta única en las gestiones consultadas, como
tampoco una forma unívoca para hacer las cosas.
Es por ello que, a pesar de logros innegables, se
presentan interrogantes que ubican intrínsecamente
una realidad que subyace en la praxis del día a día
en la gestión y los procesos que se diluyen en el
hacer por hacer.
En tal caso, se vuelven experiencias y logros
innegables, pero, sigue latente la inquietud: ¿Son
las áreas-facultades de nuestras universidades
expresión de la concepción de formación general
o siguen siendo espacios donde se fragmentan las
asignaturas en escenarios disciplinares atendiendo a
una estructura que no cambia aun con la transición
curricular? De igual forma: ¿Qué tipo de capacitación
y formación a los actores clave estamos ofreciendo
hacia el ideal que aspiramos? Y, ¿nuestras prácticas
y reglamentos son la expresión de la visión y