08
La súbita aparición del Covid 19 en el
mundo, además de dolor, enormes pérdidas
económicas y graves problemas sociales,
ha puesto de manifiesto, no obstante, el
potencial de los intercambios virtuales en el
trabajo así como en la enseñanza. En este
caso también se ha reconsiderado su
potencial formativo, en muchos países,
debido a la imposibilidad de seguir con
normalidad con la enseñanza presencial.
La experiencia relativamente reciente en
este campo ha evidenciado, sin embargo,
que el empleo de recursos digitales en las
relaciones de enseñanza y aprendizaje
(rE-A) es una realidad que hay que aprender
a manejar de forma adecuada.
La primera consideración es de orden
político y apunta a interrogar sobre las
oportunidades que se brindan desde las
instituciones y quiénes son los beneficiarios
de dichas oportunidades. No hay que
estudiantes. En síntesis, dichas aporta-
ciones y modalidad de manejo de los
diversos recursos, clasificadas según las
tres fases de todo aprendizaje, no solo
informan, sino que ‘educan’ también al
estudiante en una metodología del proceso
de aprendizaje: saber qué hacer, con qué y
para qué; hacerlo y tener recursos para
analizar o reflexionar, desde su perspectiva,
ya sea acerca de lo que se ha hecho, o bien
sobre qué se podría mejorar.
ignorar que muchos ciudadanos y familias,
incluso de universitarios, no tienen acceso
todavía a las máquinas o a internet, por lo
que la denominada alfabetización digital tan
solo lo es de las personas pertenecientes a
los sectores más acomodados de la
sociedad. Este es un dato importante a
considerar cuando desde las instituciones
se aboga por la enseñanza virtual.
La segunda consideración es de orden
pedagógico. En efecto, si exceptuamos las
enseñanzas manifiestamente on line y para
públicos específicos, la introducción de la
virtualidad en la formación la contemplamos
como un excelente complemento de las
relaciones directas en el aula y con un alto
valor estratégico. No obstante, en todos los
casos, su introducción y forma de manejo
debe ceñirse a la lógica pedagógica antes
que a la tecnológica cuando se aspira a
ejercer una verdadera eficacia formativa con
las herramientas virtuales y no emplearlas
tan solo como un producto comercial
considerado como “moderno” o de
“prestigio”.
De acuerdo con estas consideraciones, las
herramientas deberán supeditarse a las
intencionalidades y características peda-
gógicas de la relación de enseñanza y
aprendizaje mediante entornos virtuales.
Ello presupone que la vigente cultura
docente, orientada fundamentalmente
desde la lógica de la comunicación vertical,
la estandarización y la evaluación externa,
deberá ajustarse a las necesidades y
características del trabajo no presencial,
mediante intercambios virtuales, basados
fundamentalmente en la comunicación
horizontal y en red, en la personalización de
los mensajes y en la autorregulación y
autoevaluación. Pero más importante aún,
es no olvidar tampoco la cultura mediante la
cual se están socializando los jóvenes con
respecto a las tecnologías, caracterizada
por la frecuencia de su empleo, las
relaciones mediante redes, o la de la
inmediatez de los feed-back y la perso-
nalización de los mensajes recibidos.
En cualquier caso, la relación educativa
mediante plataformas deberá llevarse a
cabo sin descuidar su principal propósito, el
de la calidad de los aprendizajes.
Se puede afirmar, en consecuencia, que
ninguna tecnología aplicada a la enseñanza
y aprendizaje virtuales será verdade-
ramente eficiente sin tres grandes
condiciones: un propósito pedagógico claro,
un modelo-marco relevante para el empleo
de las diversas herramientas tecnológicas y
un uso eficiente de las mismas, a fin de
potenciar la autonomía de todos los
estudiantes y la calidad de sus
aprendizajes. La principal razón de ello es
que el aprendizaje mediante recursos
virtuales no consiste “en otra manera de
enseñar”, sino en “otra manera de
aprender”.
Veamos lo que mostraba un estudio
relativamente reciente (EIC, 2018),
comparando la percepción de docentes de
varios países latinoamericanos y España
con respecto a la introducción de las
tecnologías virtuales en la enseñanza. Entre
otros aspectos, se constataba lo siguiente,
considerando las respuestas agregadas de
todos los docentes:
Se valoran las tecnologías porque se cree
que permiten acceder a un mayor número
de contenidos, facilitan que los estudiantes
aprendan a comunicarse mediante diversos
lenguajes y medios de expresión, o que les
facilitan una potencial adaptación a su futuro
laboral. Asimismo, más de la mitad de los
docentes en todos los países creen que el
uso de las tecnologías potencia el
aprendizaje autónomo.
Sin embargo, tan solo la mitad o menos de
los docentes encuestados estaban de
acuerdo con que el aprendizaje debía estar
adaptado a las necesidades de los alumnos,
que estaba potenciando su capacidad
crítica, que era útil para contrastar fuentes
informativas y que permitía una
comunicación más fluida entre docentes y
estudiantes.
Ambas valoraciones manifiestan creencias
contradictorias. Los argumentos para la
valoración positiva de las tecnologías no
apuntan hacia una clara percepción de que
un aprendizaje autónomo requiere precis-
amente de los aspectos que el profesorado
consideraba poco o relativamente poco
desarrollados, es decir, los argumentados
con respecto a la capacidad crítica, el
contraste de fuentes, etc.
En las líneas siguientes se describe y
argumenta a favor del proceso de creación,
aplicación y desarrollo de las tecnologías
virtuales para sostener la enseñanza y el
aprendizaje en la universidad y como apoyo
a las asignaturas de carácter presencial. La
elaboración del modelo descrito aquí abarcó
desde el curso 2009-2010 hasta el
2012-2013, en un proceso complejo de
investigación en la acción, llevado a cabo
por diez docentes universitarios en tres
universidades y nueve titulaciones. Contó
con la recogida de valoraciones de los
estudiantes mediante encuestas cerradas y
aportaciones abiertas, a partir de sucesivos
ensayos prácticos.
tos imprescindibles de esta herramienta de
nueva generación serían: la interoperabi-
lidad; la personalización; su funcionalidad
para el análisis; el asesoramiento y
evaluación del aprendizaje; la colaboración;
y la accesibilidad a la misma, gracias al
carácter universal de su diseño.
Dado que ninguna aplicación por sí misma
puede ofrecer todos esos dominios, tal
como concluye dicho informe, se
recomienda un enfoque de "Lego" para el
desarrollo de este entorno digital de nueva
generación para el aprendizaje. Es decir,
los diversos componentes de este nuevo
medio deberán poder estar acoplados de
modo que permitan a los individuos e
instituciones la oportunidad de construirse
entornos adaptados a sus necesidades y
objetivos de aprendizaje. Según los autores
del informe, su arquitectura sería una
confederación de sistemas TIC. En la tabla
1 se describen sucintamente dichas
características y lo que significan.
Se observará que en su configuración, se
destaca el valor de la contextualización y de
la personalización. En otras palabras, no
serán exactamente lo mismo para los
estudiantes, para los docentes y para
cualquier institución. Se asume que, desde
el punto de vista de los usuarios, será como
un espacio en la ‘nube’ que permita agregar
y conectar contenido y funcionalidades,
donde los mismos usuarios realizarán su
propia adaptación y ajuste de sus entornos,
a partir de aplicaciones auto-seleccionadas
y descargables. Su modelo de arquitectura
será el de la heterogeneidad para producir
homogeneidad mediante una fusión de
elementos dispares. El resultado de este
enfoque es una aplicación que usa
contenidos provenientes de más de una
fuente para crear un nuevo servicio el cual
se muestra a través de una sola interfaz
gráfica.
Bhattacharya (2001), Biggs (2003),
Cockburn, Carver, Shirley y Davies (2007),
entre otros, inspiraron nuestro trabajo en la
Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)
sobre la calidad del aprendizaje mediante
recursos virtuales, que englobamos en lo
que denominamos como Entorno Personal
para el Aprendizaje-Portafolio del estudiante
(EPA) (Rué et al. 2010). Es decir, no se
trataba de emplear herramientas sueltas,
sino integrarlas en una sola plataforma, con
sus diversas funcionalidades. Todo ello lo
concretamos empotrando la herramienta
Mahara, de código abierto, que permite el
diseño de un interface personalizado para la
materia y para el estudiante, dentro de
Moodle, dado que son perfectamente
compatibles. El concepto de Entorno de
Aprendizaje Personalizado-Portafolio que
designa la propuesta elaborada y analizada
aquí, se define en concordancia con la
propuesta de EDUCAUSE (Brown, Dehoney
y Millichap, 2015, p.10): “un conjunto de
aplicaciones y de plataformas que se
proporcionan a los alumnos mediante un
portafolio que cuenta con un conjunto
integrado de herramientas (digitales)”.
Brown et al. (2015) exploraron las diferen-
cias o la distancia entre las herramientas de
gestión de aprendizaje actuales y el tipo de
entorno de aprendizaje digital de nueva
generación que pudiera satisfacer las
necesidades cambiantes de la educación
superior. A partir de una extensa consulta a
más de 70 líderes de opinión en el ámbito de
estos recursos, concluyeron que los aspec-
2. Emprender la experiencia
de generar una plataforma
de aprendizaje en docencia
universitaria. Sus puntos de
partida
A partir del desarrollo de este conjunto de
criterios, el entorno-portafolio digital del
estudiante permite cubrir de modo
simultáneo dos propósitos muy claros y
aparentemente contradictorios enseñar
masivamente, por un lado, y el de enseñar
de forma personalizada, por el otro. Sin
embargo, en tanto que medio específico
debe tener también su propia ”gramática”,
bien en su configuración, en su diseño o
modo de empleo por parte de profesores y
estudiantes, así como hacerlo contando con
los recursos más idóneos para ello y
ajustados a sus funcionalidades.
En la tabla 4 siguiente se muestran algunos
de los efectos significativos del empleo de
una plataforma, organizada o desarrollada
de acuerdo con el propósito de calidad y
desde la perspectiva de los profesores y