72
través de la tecnología, los rediseños curriculares
y los enfoques didácticos, el docente sigue ocu-
pando un rol protagónico por considerar que posee
el conocimiento y, por tanto, se lo debe trasmitir al
alumno. Según Castillo y Cabrerizo (2005), es muy
común todavía observar en las aulas que la explica-
ción expositiva es el método más utilizado por los
docentes, sea por desconocimiento o por la falta
de interés en aplicar una metodología apropiada a
su materia. Esta práctica termina generando indi-
ferencia y apatía por parte de los alumnos y, como
consecuencia, los lleva a que su atención no esté
en lo que se está explicando, produciendo muchas
veces un bajo rendimiento o, incluso, la deserción
académica. Una adecuación metodológica por
parte del docente, que incluya estrategias y acti-
vidades acordes a su materia, puede llegar a crear
en el alumno una motivación por un aprendizaje
enriquecido con recursos y medios que lograrán
llevarlo a la madurez y autonomía de su proceso de
aprendizaje, y más que todo, a adquirir las compe-
tencias necesarias para su eficacia laboral.
Escribano y del Valle (2008) comentan que, a lo
largo de la historia, facilitar el aprendizaje del alumno
es una preocupación que siempre ha estado pre-
sente. Sin embargo, dado el desarrollo tecnológico
y las características de los aprendices de este
siglo, el rol del profesor se ha ampliado, surgiendo
nuevas funciones, como, por ejemplo, la del tutor.
Hoy al docente se le pide que, más allá de domi-
nar el contenido, también tenga el conocimiento de
nuevos métodos y estrategias didácticas acordes a
la asignatura, a las competencias a desarrollar y a
las características del grupo implicado en el apren-
dizaje. A razón de eso, el docente se ve compelido
a implementar nuevas metodologías, teniendo que
repensar la relación docente-estudiante-contenido.
Acerca de eso, Riverón Portela, citado por Manza-
nares y Palomares (2008), comenta que el profesor
debe ser un tutor que pueda guiar sus alumnos a
aprender, convirtiéndose en motivador de situa-
ciones de aprendizaje más que en facilitador de
charlas magistrales.
En la actualidad, en las instituciones superiores
hay una tendencia a cuestionar cómo se enseña y
cómo se aprende, o sea, el método está ganando
importancia, todo con el fin de mejorar la cali-
dad del aprendizaje universitario. De ahí que este
nuevo rol de tutor que debe asumir el docente
logra cada vez más relevancia, ya que los estu-
diantes tendrán mayor motivación para aprender
en la medida en que el docente mantenga una re-
lación cercana y más horizontal con ellos y sea
innovador en las estrategias que implementa. (Es-
cribano y del Valle, 2008).
Desde la perspectiva de los estudiantes, Weimer
(2002) comenta que el aprendizaje centrado en el
estudiante (ACE) está ganando gran relevancia,
y es que en este modelo se pueden aplicar dis-
tintas metodologías. El autor considera que en la
enseñanza tradicional los alumnos son aprendices
pasivos y con una relación vertical con respecto al
docente, lo que provoca que no asuman la total
responsabilidad sobre su aprendizaje, por lo cual,
este autor resalta la importancia de implementar
metodologías que den a los alumnos la “respon-
sabilidad” por su aprendizaje. Sin embargo, es
necesario que el docente estimule la motivación del
alumno con relación al contenido que será impar-
tido para que se despierte su interés por aprender.
Frente a esta realidad, Reveles (2017) afirma que el
docente actual debe ser un facilitador en el proceso
de aprendizaje. Él no debe concentrarse solamente
en enseñar, sino en motivar a su alumno a aprender.
Reveles (2017) complementa diciendo que, si bien
existe conciencia de eso, aún existen docentes que
piensan que su tarea es solamente enseñar, y si
el alumno no aprende, es su problema. Estos olvi-
dan que una buena docencia implica escoger las
estrategias adecuadas para mejorar el proceso de
enseñanza y aprendizaje con un foco centrado en
la autonomía del alumno.
Uno de los objetivos de la educación superior es
lograr una metodología en que el alumno aprenda
a aprender, que pueda desarrollar su capacidad
de relacionar conceptos y elaborar una síntesis.
A la vez, proporcionar instrumentos para que el
estudiante pueda razonar y, de esa forma, logre
interrelacionar hechos y obtener conclusiones vá-
lidas. Por supuesto que en la educación no solo
se trata de aplicar métodos que han sido experi-
mentados y han sido exitosos en otros momentos.
Se hace necesaria la adaptación en función de las
características de los alumnos. La experiencia do-
cente tiene un rol fundamental para que el método
a ser utilizado sea el más apropiado. Acerca de
esto, Castillo y Cabrerizo (2005, p. 20) comentan
que “se puede afirmar que un profesor utiliza un
buen método en tanto en cuanto que lo conoce y
que lo sabe ajustar a las características individuales
de sus estudiantes”.