ECOS DESDE LAS FACULTADES • 43
«La integración en los Estudios Generales:reflexiones a partir una experiencia». Carlos Javier Sánchez Zambrana,
Cuaderno de Pedagogía Universitaria
Vol. 14/ no. 28/ julio-diciembre 2017/ República Dominicana/ PUCMM/ ISSN 1814-4152 (en línea) / ISSN 1814-4144 (impresa) / p. 41-45
de las principales voces pioneras en trabar los términos
de la conversación para alertar a favor de los nexos
y conexiones entre lo interdisciplinario y la integración
del conocimiento ha sido Julie Thomson Klein. La
diversidad no se ha de considerar ahora -nos señala-
como una limitación, sino más bien, como una invitación
para la interacción creativa y productiva (Klein, 2011,
p. 414). Esta comprensión de la vida engrana con
actitudes de humildad cientíca y rememora la voz de
Joan Manuel Serrat al reconocer el valor de “aquellas
pequeñas cosas”, mismas que reejan la situación del
ser humano en el mundo: “minúscula parte del todo
pero que lleva la presencia del todo en esta minúscula
parte” (Morin, 1999, 2002, p. 43).
Ojeada al proceso histórico
A nes de los años sesenta y con una mirada
retrospectiva del “fulgor” del movimiento intelectual
de la década anterior, el importante sociólogo Daniel
Bell formulaba sobre las venturas y desventuras de la
integración en la Educación General:
Lo que estamos contemplando en la actualidad
es que se echa a un lado la Educación General
y se reemplaza por un sistema de cafetería en
el que cualquier clase de curso es admitido
como parte del corpus de la Educación
General, hasta el nivel que los estudiantes
toman algún (si alguno) curso fuera de su
especialización. En el lugar de la Educación
General tenemos “requisitos distribucionales”
en el que los estudiantes tienen que tomar
cualquier curso de ciencia, cualquier curso
de humanidades, cualquier curso de ciencias
sociales, con poca preocupación por la lógica,
coherencia y relevancia intelectual o cualquier
otro criterio a excepción de estas tres etiquetas.
Esta desintegración del curriculum se debe, en
parte, a razones intelectuales. Las esperanzas
de la integración interdisciplinaria, muy grande
20 años atrás, no se ha materializado, por lo
menos al nivel de la Educación General (Bell,
1968 c.1966 p.23).
En el contexto norteamericano en el cual
inexorablemente gravitó la Universidad de Puerto Rico,
y que tan expedita entrada tenía y tiene en nuestros
lares, el tema de la integración fue cultivado por el canon
del movimiento de Educación General. En 1945 sale a
la luz pública el informe de la Universidad de Harvard,
General Education in a Free Society [conocido como
el Red book], en el mismo se establece como criterio
fundamental para la educación general la integración
del pensamiento y la acción dentro de un marco que
denominaban el hombre libre en una sociedad libre.
(Harvard Committee,1946).
Por los mismos años, Earl James McGraf, importante
editor del Journal of General Education, quien luego se
convertiría en Secretario de Educación de los EEUU
para dos presidentes y quien visitará la FEG a mediados
de la siguiente década, hacía la admonición siguiente:
La reacción contra el especialismo y el
vocacionalismo es acompañada de un
esfuerzo por integrar las materias de disciplinas
relacionadas. Los bordes entre departamentos
estrechamente relacionados son guardados
más cuidadosamente que las fronteras de
naciones hostiles (McGrath, 1946, pp. 3-8).
Nos parece adecuado asentar por nuestra parte, que
los extremos de esta polémica en los comienzos de la
década de los cincuenta establecían contornos entre el
especialismo y cierta visión de educación general que
buscaba superar las limitaciones del primero haciendo
hincapié en aspectos de nexos y correlaciones
entre los saberes. Parecía un asunto de escogencia
ideológica: por un lado, la visión de tipo hipermercado
que privilegia las necesidades por un nicho o espacio
especíco y especial en y para las ciencias, y por el
otro, las búsquedas por coherencia e integración
curricular en y para el estudiante, en correlato polar al
interior de la misma ecuación.
Mientras, en la FEG se buscaba la piedra identitaria;
la puja por la ontogénesis conducía a explorar con
la integración en múltiples sentidos y más allá de las
estructuras. Tan es así, que es posible armar que
durante el primer lustro de la década de los cincuenta la
actividad de mayor énfasis, a la que se le dio atención
especial en las reuniones de Facultad y en los seminarios,
fue el problema de la integración de los cursos básicos.
En efecto, durante los primeros años de la década, el
asunto de la integración fue adquiriendo centralidad
en varios frentes: a) en los foros de literatura teórica
en el campo; b) en el espacio deliberativo de la Junta
Universitaria del Recinto a tenor con la revisión de los
programas de estudios que presentaban los Decanos
de Facultades y c) en ciertas instancias - Asambleas,
Comités y Seminarios-que se iban aperturando en la
FEG. Como cuestión de hecho, el decano de la FEG
Ángel Quintero Alfaro para la década de los cincuenta,
atizó constantemente el tema de la integración. Solía
establecer por lo menos cuatro estrategias para el
desarrollo de la integración: a) la integración por
asimilación; b) integración por adhesión; c) integración
individual; y d) integración por comprensión de
diferencias y semejanzas (Informe Anual de la Facultad
de Estudios Generales, 1954-55).
En una línea de investigación activa, abordamos estas
dimensiones con cierto detalle y proveemos las fuentes
especícas para su estudio. Nos referimos a la serie
de entregas bajo el concepto de Historia Crítica de
la Educación General en Puerto Rico (Maldonado,
Vélez & Sánchez, 2013). Ha sido publicado el volumen
referente a los antecedentes y la etapa fundacional.