VENTANAS ABIERTAS A LA PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA • 39
«Aportes de Saussure al desarrollo de la Lingüística como ciencia». Dr. Bartolo García Molina.
Cuaderno de Pedagogía Universitaria
Vol. 14 / no. 28 /
julio-diciembre 2017 / República Dominicana / PUCMM / ISSN 1814-4152 (en línea) / ISSN 1814-4144 (impresa) / pp. 34-44
del último curso de lingüística general, el signo es un
concepto importante. Ya es un lugar común decir que,
para Saussure, (1995 y 2006) el signo es la relación
de un signicante y de un signicado, pero la verdad
es que no siempre se ha entendido bien a Saussure.
Vamos a examinar la teoría del signo formulada por
Saussure por su trascendencia. Comencemos por el
signicante.
Muchos confunden el signicante con los sonidos. Así
dicen que la parte material del signo es el signicante
(Eco, 1976 y 1995; Mounin, 1969; Roca Pons, 1973
y 1974; Rodríguez Adrados, 1980). Sin embargo,
para Saussure (1995, p. 88) el signicante también
es mental, es una imagen acústica. “Lo que el signo
lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un
concepto y una imagen acústica”. La imagen acústica
no es el sonido material, cosa puramente física, sino su
huella psíquica, la representación que de él nos deja
el testimonio de nuestros sentidos. Resulta realmente
admirable la clarividencia de Saussure. Bertil Malmberg
(1973) es de los pocos seguidores de Saussure que
comprendió y defendió el componente psíquico o
mental del signicante. “El signicante no es la misma
onda sonora ̶ hecho físico, sino la idea de la secuencia
de sonidos, una imagen o una representación de aquel
hecho” (Malmberg, 1974, p. 27). El signicante es una
abstracción, los fonemas de una lengua.
Claro, uno se preguntaría, si el sonido no es el
signicante, entonces qué papel juega en la lengua.
Los sonidos del habla son activadores de las imágenes
acústicas de la que habla Saussure. Son activadores
sígnicos. Si no se tienen esas huellas o representaciones
fonemáticas, no podríamos delimitar el continuum que
representa la cadena hablada. Nótese que cuando no
conocemos una lengua, podemos oír sonidos, pero
no podemos retener palabras, sintagmas, oraciones,
etc. porque no tenemos representaciones o imágenes
acústicas de esa lengua. Incluso, en la lengua materna,
cuando oímos por primera vez una palabra, tenemos
duda de si se ha escuchado bien, pues esta se asocia o
se confunde con la más próxima en nuestra conciencia
fonológica. Hay que señalar que en De la doble esencia
del lenguaje, Saussure explica con más amplitud el
carácter psíquico, no solo del signicante, sino también
del signicado. “Los dos elementos del aire son de
orden material, y los dos elementos de la palabra son,
por el contrario, de orden mental; nuestro punto de
vista constante será decir que no sólo la signicación
sino también el signo es un hecho de conciencia puro”
(Saussure, 2006, p. 41).
El error de Saussure fue separar el sonido de la imagen
acústica. En realidad, el signicante también tiene
dos caras: el sonido o aspecto material, y la imagen
acústica asociada a cada sonido, o aspecto mental.
Por su parte, el signicado también tendría dos caras:
el referente o realidad a partir del cual se crea el
concepto; y la representación o imagen conceptual.
Es inadmisible que se confunda el signicado con
el referente, como suelen hacer los profanos. Por
ejemplo, el signicado de caballo no es un dibujo de
un caballo ni la imagen de algún caballo en particular,
sino los rasgos que tienen en común todos los caballos.
Así las cosas, podemos armar que el signo lingüístico
tiene cuatro planos: dos vinculados a la realidad física,
y dos que son representaciones o imágenes mentales
de la realidad. Esta propuesta supera la teoría tríadica
de Peirce (1958): interpretante, objeto e intérprete.
Finalmente, para Saussure (1995), posiblemente bajo
la inuencia de William Whitney a quien cita, la relación
entre las caras del signo es arbitraria, o inmotivada
con lo que retoma la vieja polémica entre naturalistas
y convencionalistas (Cratilo y el libro V de la Metafísica
de Aristóteles). En esa tesitura, Saussure sostiene: “El
lazo que une el signicante al signicado es arbitrario;
o bien, puesto que entendemos por signo el total
resultante de la asociación de un signicante con un
signicado, podemos decir más simplemente: el signo
lingüístico es arbitrario” (p. 90).
Hay un aspecto de la teoría del signo que merece
ser evaluada. En su afán por establecer dicotomías,
Saussure (1995) le atribuyó al signo lingüístico las
condiciones contradictorias de ser mutable e inmutable.
La primera se corresponde con la esencia de la lengua,
pero la segunda niega el carácter dinámico del signo
y de la lengua. El signo no es inmutable desde ningún
punto de vista. Eso es antidialéctico. La inmutabilidad
hay que verla más bien como la continuidad del signo
y de la lengua como sistema o totalidad. Si lo que se
quiere decir con inmutable es que los cambios no se dan
abruptamente, sino por etapas o de manera gradual,
que ninguna lengua cambia tan rápido que pueda
comprometer la comprensión entre sus usuarios, es
mejor hablar de continuidad de la lengua o gradualidad
de los cambios lingüísticos.
Teoría del cambio: De todas las instituciones sociales,
la más cambiante y dinámica es la lengua. En ella, «lo
único permanente es el cambio», como diría Heráclito.
Saussure, como otrora comparativista, se percató de
esa característica de la lengua. Abordó el tema del
cambio lingüístico aunque se circunscribió al aspecto
fónico (y en menor medida al morfológico). Examinó
nueve posibles causas del cambio fonológico (fonético,
para él): la raza, el suelo y el clima, la ley del menor
esfuerzo, la educación fonética (hábitos articulatorios),
situación social o cambios sociales, el sustrato, la
moda, la analogía y la aglutinación. A la penúltima, le
dedicó un capítulo completo; y a la última le dedicó dos.
Saussure (1995) descartó que los nueve factores